Cuando vamos al culto

Por: Roberto Manzanares

 “Bueno es alabarte, oh Jehová, y cantar salmos a tu nombre, oh Altísimo; anunciar por la mañana tu misericordia, y tu fidelidad cada noche…” (Salmo 92:1-2)

Cuando usted se prepara para asistir a los cultos de su Iglesia ¿cuáles son las expectativas de su corazón? ¿O acaso no espera nada porque esa es su costumbre?

En el texto citado, encontramos lo más importante que nosotros hacemos cuando asistimos al templo: vamos a engrandecer y alabar el nombre de nuestro Dios. Hay muchas cosas buenas que hacemos cuando venimos al culto: la comunión con los hermanos y las visitas, compartir este tiempo, etc., pero no hay nada más importante en el culto que el hecho de que nuestro Dios reciba toda la gloria y la alabanza en nuestras reuniones.

El salmista dice que es bueno alabar a Jehová. Nosotros fuimos creados para ese propósito. Debemos asombrarnos por sobre todas las cosas en quién es Dios, y ese asombro debe movernos a la alabanza. Pero esta alabanza no solo es buena porque Dios la merece, sino porque es una actividad provechosa para su pueblo.

Es saludable para nuestras almas reunirnos con otros creyentes en la presencia de Dios para adorarle, siempre y cuando esa adoración sea realmente dirigida a Dios y surja de nuestra comprensión de quién es Dios y lo que Él hace a favor nuestro. Donald Carson dice que la iglesia de nuestro tiempo en vez de adorar a Cristo están adorando la adoración. Nosotros no debemos ir al templo a sentir que adoramos o a ver qué bonito adoramos, sino a adorar.

Entonces, surge la pregunta: ¿Por qué debemos alabar a Dios? Porque Él es nuestro Creador y lo más razonable que puede hacer una criatura es alabar a su Creador. Pero en el caso de los creyentes, Dios no solo es nuestro Creador sino también nuestro Redentor. Él nos rescató de la esclavitud del pecado para que seamos suyos. No nos pertenecemos a nosotros mismos en ningún sentido. No nos creamos a nosotros mismos y no nos salvamos a nosotros mismos. De ese modo no solo haremos lo que debemos hacer sino también lo que nuestras almas necesitan.

La verdadera adoración demanda preparación previa. Si no estamos contemplando la majestad de nuestro Dios, en todo lo que Dios ha hecho por nosotros, no podremos adorar correctamente cuando venimos al templo. Hay personas que asisten a la iglesia esperando que la iglesia caliente sus corazones para adorar a Dios. No… eso no funciona así. Por lo menos, no en lo que respecta a la verdadera adoración.

Las circunstancias externas como la música estridente y otras cosas pueden darnos una sensación de euforia, una sensación emocional de que estamos alabando a Dios pero eso no necesariamente significa que estamos adorando. La verdadera adoración solo puede surgir de un corazón que admira a Dios. Y esa admiración solo puede surgir del terreno del conocimiento y la meditación. Debemos meditar en Dios, en sus atributos en su persona y en sus obras y así podremos alegrarnos en Él y adorarle.

Si usted observa los salmos, no tratan de manipularnos emocionalmente sino instruirnos. Piense en este salmo y vea todas las enseñanzas sobre Dios que tenemos aquí. Eso es lo que nos mueve a adorar a Dios correctamente.

Deja un comentario