Archivo | diciembre 2010

Una reflexión sobre los frutos del Espíritu (parte1)

Clase de Mujeres Iglesia Bautista Colonia Ayestas

Gálatas 5:22-23 nos da la maravillosa lista de características que deben sobresalir en la vida de un nacido de nuevo. Brevemente, preparamos unos pensamientos acerca de esos frutos del Espíritu Santo. Los primeros tres, se refieren a nuestra relación con Dios.

1.- AMOR: I Corintios 13:4-8 nos da las características del verdadero amor; lo que es y cómo se comporta. Podemos y debemos mostrar amor hacia nuestros hermanos. Cuando hablamos de esto, pensamos en Gálatas 6:2, sobrellevando junto con ellos sus cargas y pesares; haciéndonos presentes cuando ellos están en dificultades. Tenemos el ejemplo de Dorcas, que tenía una habilidad (costuraba), y la ponía al servicio de los hermanos, especialmente de las viudas, y lo hacía con esmero y amor. Pero la principal clase de amor que debemos tener, es hacia el Señor. Este amor debería nacer de nuestros corazones agradecidos, al saber que él nos amó primero, siendo nosotros malos.

Deuteronomio 6:5 nos dice cómo debemos amar a Dios, cómo merece él ser amado por nosotros. Zaqueo, antes de convertirse, tenía su amor puesto en sus riquezas… cuando conoció a Cristo, su amor cambió de lugar, y se enfocó en el Señor. Así también nosotras, debemos tener la misma actitud, dejando de amar todo aquello que nos impide amar a Dios como debemos.

2.- GOZO: El gozo del Señor es nuestra fortaleza. Los creyentes no tenemos otro gozo ahora, que el que nos da Dios. Debemos gozarnos entre los hermanos, junto con ellos. Los creyentes sentimos gozo cuando cantamos juntos al Señor en congregación, cuando vemos cómo cada uno de nosotros voluntariamente nos ofrecemos para trabajar en la obra, cuando leemos la Palabra y cuando presenciamos la profesión de fe de alguien. El Apóstol Pablo se gozaba con los hermanos que eran cuidadosos de la doctrina; también el Apóstol Juan dice en III Juan 4, que se gozaba de saber que los creyentes andaban en la verdad. El gozo del Señor permanece a pesar de las dificultades que pasemos.

3.- PAZ: Es tranquilidad en nuestras vidas, que viene de nuestra confianza en el Señor. Salmo 4:8. En estos días tan turbulentos, es Dios solamente, el que nos puede dar la paz que necesitamos. Cuando Pablo y Silas estaban presos en Filipos, ellos estaban tranquilos; tanto, que hasta cantaron himnos al Señor. A pesar de la prueba que estaban pasando, no estaban angustiados, histéricos… sino llenos de paz. Es casi seguro que los demás presos estaban extrañados de esa actitud de ellos… ¿Cómo podían estar cantando en esa situación tan terrible? Pues, la Biblia dice que la paz que Dios da, sobrepasa el entendimiento humano. No esperemos que nos entiendan, pero sí, que noten cuando nos vean, la clase de Dios que tenemos y la paz que da confiar en su poder.

Honrando al Señor con nuestro hablar

Por: Jessica Cerrato de Flores

Eclesiastés 5: 1-2 “Cuando fueres a la casa de Dios, guarda tu pie; y acércate mas para oír que para ofrecer el sacrificio de los necios; porque no saben que hacen mal. No te des prisa con tu boca ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios;…. Por tanto sean pocas tus palabras”

Cuando leo esta porción de la Biblia me parece que tiene una dedicatoria especial, como si dijera: “mujeres, cuando fueren a la casa de Dios…” No necesito explicarles por qué ¿verdad?…

La Biblia aquí  nos da un mandamiento que nosotras olvidamos con facilidad y es acerca de la prudencia al hablar y de comprometernos apresuradamente con nuestras palabras.  En muchas ocasiones, por emoción o quizás por “sobresalir” (Dios quiera que no sea así con nosotras), nos comprometemos a hacer cosas que en realidad no podremos cumplir, ya sea porque son tantas las actividades en las que estamos participando que no nos alcanza el tiempo, o porque solo aceptamos por emoción, sin pensarlo bien  y fallamos convirtiendo nuestras palabras en lazo para nosotras mismas.

Recordemos lo que nos dice Eclesiastés 5:5-6 “mejor es que no prometas y no que prometas y no cumplas, no dejes que tu boca te haga pecar…” para no caer en este pecado, antes de abrir nuestras bocas, oremos al Señor y pensemos; hagamos números, saquemos cuentas, miremos nuestras posibilidades y disposición para hacer aquello en lo que nos estamos enrolando; recuerde que una vez que ya haya hablado, tendrá que cumplir con lo que dijo. La Biblia así lo manda: que nuestro sí debe ser sí, y nuestro no, no; si no es de esta manera, seremos como algunas madres malvadas que ofrecen a sus hijos castigo cuando se portan mal y no los cumplen… eso es ser realmente malvadas con esas pobres criaturas…

Pero quizá usted podría decir: “yo soy prudente al hablar y no me comprometo en cosas que no voy a cumplir”. Muy bien, la felicito; pero hay otra forma de ofrecer el “sacrificio de los necios” que nos dice esta porción y es, cuando entonamos himnos o cuando oramos.

¡¡¡Si!!!, la Biblia nos exhorta a cantar con entendimiento, o sea  que, debemos entender y  razonar lo que cantamos para Dios, no sea que mientras cantamos, estemos mintiendo a Dios en su presencia. Usted se preguntará cómo podrá ser esto; bueno, imagínese que usted está cantando: “Cristo es mi dulce Salvador…. cuando estoy triste encuentro en él Consolador  y amigo fiel”… pero usted, al venir las pruebas y tristezas a su vida, no encuentra ningún consuelo que le ayude a sobrellevarlas. ¿Cómo concuerda lo que hace y lo que dice en sus cantos? A veces cantamos: “Feliz cantando alegre yo vivo siempre aquí; si él cuida de las aves, cuidará también de mi”… y  usted es una persona que pasa todo el tiempo malhumorada, gritándole a todo el mundo etc. ¿Será cierto lo que le cantamos a Dios?

O cantamos: “cuando estás cansado y abatido dilo a Cristo” pero en realidad, nos guardamos nuestros sufrimientos y preocupaciones y no se las decimos al Señor en oración, si no que queremos resolverlas por nuestros propios medios. O, qué le parece cuando cantamos: “da lo mejor al maestro…” o “Cristo no yo, que solo El sea honrado”, y en la práctica, le estamos dando al Señor lo que nos sobra de nuestro tiempo o de nuestras riquezas que él nos ha dado, y de remate estamos buscando que nos miren a nosotras y no a Cristo; que seamos honrados nosotras y no Cristo. Ahora pregunto ¿quién de nosotras no ha pecado de esta manera? Creo que todas somos culpables de esto.

Pero hermanas, no quiero decir con esto que dejemos de cantar al Señor, no es esa mi intención. Tampoco que nos retiremos de los compromisos que la obra del Señor requiere, solo porque, convenientemente en muchas ocasiones, nos parece que “no vamos a poder cumplirlos”

Lo que quiero con esto es motivarlas a reflexionar sobre este asunto; que pensemos si estamos siendo prudentes cuando hablamos (o cantamos).  Esforcémonos en hacer todo aquello que expresamos con nuestra boca; pensemos cuáles son nuestras motivaciones al hablar y al comprometernos y sobre todo, que en nuestro corazón siempre exista el deseo sincero de trabajar en la obra de Dios, para que el Señor Jesucristo crezca y  nosotras mengüemos, como dijo el profeta más grande que ha existido.

Nunca dejemos que en nuestro interior exista el deseo de tomar la honra que solo a Dios pertenece, y nosotras mismas, honrémosle cuidando nuestros labios al hablar.

Mi suegra y yo

Por: Rebeca Claros de Argüelles

Cuando yo digo que la relación con mi suegra es excelente, algunas mujeres me miran con incredulidad, pero cuando digo que ella tiene más de 25 años de vivir en Estados Unidos, su incredulidad se convierte en diversión.  Me da la impresión de que para llevarse bien con la suegra algunos piensan que es necesario que haya suficiente distancia de por medio; sinceramente creo que eso no debe ser así.

Conviví bajo el mismo techo con ella únicamente cuatro meses, pero fueron suficientes para aprender de ella muchas cosas que posiblemente en el momento que se dieron, no me fueron agradables, pero que con el tiempo las aprecié con todo mi corazón porque fueron fundamentales para la estabilidad de mi matrimonio.

¿Qué hizo mi suegra para que yo la ame y la respete y aún esté dispuesta a albergarla junto a mí si ella lo necesitara?

a.- Siempre oró al Señor por la conversión de mi esposo y la mía.

b.- Respetó las decisiones que tomábamos como pareja aunque no le parecieran las más correctas.

c.- Se propuso recordarle a su hijo que el deber primario de él era su nueva familia.

d.- Mantenía una relación personal con nosotros sin llegar a la intromisión ni al abuso.

e.- Me ama y  ama a mis hijos.

f.- Quitó de la mente de su hijo cualquier idea de quedarnos a vivir con ella, porque ella decía: “El casado, casa quiere”.

g.- Cuando mi esposo, Julio Argüelles Carranza, fue llamado al Ministerio del Pastorado, ella contribuía económicamente con él, aunque nosotros le decíamos que no tenía por qué tomarse esa molestia; pero ella respondió que nadie le podía quitar el privilegio de ayudar aunque fuera con un poquito a un siervo de Dios; después de recibir semejante respuesta, nunca más le volvimos a decir que usara su dinero para ella sola.

Hay muchas cosas más que podría decir de ella, pero estas son las que marcaron mi vida.

Tuve un matrimonio feliz; mi amado esposo ya está gozando de la presencia de su Salvador, pero yo, agradezco a Dios y a esa bella anciana, que ya tiene más de 85 años, que con amor y constancia oró cada día hasta ver realizado el anhelo de su corazón, y ver nuestra familia rendida a los pies de Cristo.

COMO UN TRIBUTO A MI AMADA SUEGRA Y HERMANA EN CRISTO, ANTONINA CARRANZA.

San Pedro Sula, 31 de Mayo 2010

 

La esposa creyente y su desempeño en el hogar

Por: Shirley Núñez de López

En la Biblia encontramos los nombres de varias mujeres que obedecieron a Dios, así como los de otras, que no lo hicieron. ¿Qué ejemplos debemos imitar? La respuesta obvia es, que debemos imitar a las mujeres que obedecieron al Señor. Y hablando de ejemplos, deseo considerar con ustedes, el ejemplo de la mujer descrita en Proverbios 31, de la cual, no tenemos un nombre. Cualquiera de nosotras podría ser ella.

“Abre su boca con sabiduría, y la ley de clemencia está en su lengua.” (Pr 31.26). El Señor llama a cada mujer creyente a ser maestra del bien, no solo en la iglesia, sino también en su hogar. Sabemos bien que uno de los propósitos con que Dios nos creó es, que fuéramos ayuda idónea para nuestros esposos; a ellos debemos respeto y obediencia, porque les amamos a ellos, pero aún más importante, porque amamos al Señor.

“El corazón de su marido está en ella confiado, y no carecerá de ganancias.  Le da ella bien y no mal todos los días de su vida.” (Pr 31.11-12). “…con voluntad trabaja con sus manos.” (Pr 31.13). “Alarga su mano al pobre, y extiende sus manos al menesteroso.” (Pr 31.20). “Fuerza y honor son su vestidura; y se ríe de lo por venir.” (Pr 31.25). “Considera los caminos de su casa, y no come el pan de balde. Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada; y su marido también la alaba…” (Pr 31.27-28).

La esposa creyente debe velar por el bienestar físico, económico y emocional de su familia, y dentro de nuestras posibilidades, también velar por el bienestar de otros, como la mujer de Proverbios 31. En lo económico, específicamente, me refiero a ser economizadoras, tener el hábito del ahorro, pensando en el mañana.

“…De lino fino y púrpura es su vestido.” (Pr 31.22). (Estas eran las telas más finas que se conocían en el tiempo en que fueron escritos estos pasajes). También, el hecho de que seamos creyentes, no quiere decir que debemos descuidar nuestra presentación personal… todo lo contrario. Pero nuestro arreglo personal debe ser pudoroso y modesto, tal como la Biblia lo dice, cuidando principalmente nuestra belleza interna, que es la que verdaderamente vale para el Señor, y la que realmente nuestros esposos, apreciarán más.

“Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; la mujer que teme a Jehová, ésa será alabada.”  (Pr 31.30).

 

 

Terremotos Haití y Chile

Por: Rebeca Argüelles de Manzanares

No podemos dejar de considerar en nuestros corazones lo que sucedió en Enero 2010 en Haití y en Febrero en Chile… terribles terremotos azotaron ambos países, dejando tras sí, una larga lista de fallecidos y heridos.

¿Qué podemos decir o pensar ante esta situación? Como creyentes debemos tener una posición al respecto, porque, los incrédulos ya tienen la suya, y como sabemos, ellos le echan la culpa de todo al Señor. Dicen, como siempre: “¿Por qué Dios permite estas cosas?… ¿realmente Dios existe? Y si existe, ¿Dónde está? ¿Por qué mandó esta desgracia sobre tantas personas?”

Lo cierto es que ellos juzgan mal a un Dios a quien no conocen; no pueden saber sus planes porque no quieren tampoco saberlos, y aún así alzan contra él sus puños y cuestionan su proceder.

A mi modo de ver, este acontecimiento nos deja varios aspectos para meditar:

I.- CREYENTES, ¡¡COBREN ÁNIMO!!

Al decir esto, me vienen a la mente los versos de ciertos cantos nuestros: “Ya las señales cúmplanse todas…”, “Ved en la tierra los aires y el mar, grandes señales cumpliéndose ya; todo indicando que pronto vendrá nuestro glorioso Señor.” “Odio y guerras por doquier, violencia y maldad; no dudemos más: vendrá el Buen Señor… Todo proclama con poder; las señales anuncian ya el fin; atención, la vista levantad… la redención muy cerca ya está”. Para los creyentes esto es el anuncio de que nuestra reunión con el Salvador, está más cerca cada segundo. Hermanas, no nos extrañemos; Jesús nos lo advirtió: “Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá terremotos en muchos lugares, y habrá hambres y alborotos…” (Mr 13.8). Estoy segura que nuestros hermanos en Chile y Haití, piensan en estas palabras, y aunque su dolor y pérdida sean grandes, ellos saben la procedencia y significado de estas cosas; no están perplejos y desconcertados. “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.” (Ro 8.18-19). ¡Alcemos la vista hermanas! El día que tanto esperamos, está más cerca que nunca. “Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia. Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha…” (2 P 3.13-14).

II.- DESTRUCTORES ¡TIEMBLEN!

…tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar… y de destruir a los que destruyen la tierra.” (Apoc. 11:18). Lo acepten o no… Dios ajusta cuentas con los destructores, ahora mismo o en el futuro cercano. Para nadie es un secreto que la mayoría de los desastres naturales que estamos viendo, son producto de nuestro mal manejo de los recursos que Dios nos dio para administrar. ¿Con qué derecho abusamos de estos valiosos recursos y maltratamos el planeta de Dios? Hasta ahora, jamás nos ha cobrado por el aire que respiramos, o ha limitado la cantidad de pasos que podemos dar sobre SU TIERRA… pero la factura viene en camino.

Lo peor del caso, es que muchos destructores son de los primeros en juzgar a Dios y acusarlo por las tragedias que ocurren. Citan la Biblia y nos reclaman a nosotros los creyentes. Dios tiene una respuesta para ellos también, por su atrevimiento: “Pero al malo dijo Dios: ¿Qué tienes tú que hablar de mis leyes, y que tomar mi pacto en tu boca? Pues tú aborreces la corrección, y echas a tu espalda mis palabras. Estas cosas hiciste, y yo he callado; pensabas que de cierto sería yo como tú; pero te reprenderé, y las pondré delante de tus ojos.” (Salmo 50:16-17 y 21).

Dios también pondrá frente a ellos sus maldades si no se arrepienten; le han ignorado todo el tiempo, y ahora creen que tienen derecho de criticarlo. A pesar de la insensatez de ellos, Dios, en su amor, tiene solo un mensaje que darles ahora: “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta…” (Isaías 1:18).

Querida lectora, aunque usted no se cuente a sí misma entre los destructores de la tierra, si es inconversa, Dios es su enemigo. Dios la llama a cuentas; su deseo no es destruirla. Arrepiéntase de sus pecados y reciba a Cristo como su Salvador hoy mismo.

Nosotras y nuestros hermanos de Haití y Chile, sabemos cómo será el fin de esta Creación en la que ahora vivimos. Toda será consumida para dar lugar a una nueva y perfecta Creación, como fue al principio. Los creyentes y solo los creyentes viviremos en ella… ¿Y usted?

Oremos por nuestros hermanos haitianos y chilenos, pero especialmente por los inconversos de ese lugar. Que a través de este suceso, sus ojos sean abiertos y descubran que ya no deben seguir un minuto más enemistados con Dios.